Para morirse primero hay que vivir.

Momento de inspiración que se escapa en unos segundos, podemos ser amables por un momento y volvernos héroes, salvarle la vida a alguien con un gesto o con un pequeño favor, ver imágenes en el cielo, confundir las nubes con gigantes, tenerle miedo a las cosas colosales y descomunalmente grandes. 

Me duele pensar en el vagabundo que perdió a su perro, siempre quise detenerme y ayudarlo, darle dinero y preguntar si estaba bien, ahora esta  solo y me da vergüenza, mucha vergüenza acercarme y ser un descarado. 


Es una de esas situaciones que se vuelven momentos incómodos, por no tomar una decisión, por no ser valiente, saltando de un recuerdo a otro donde la vergüenza nos tortura y hace que recordemos en horas de la madrugada.


Y luego la valentía que nos hace sentir que podemos vencer un ejército bajo una lluvia de balas. Me siento con  una presión constante por la vida de adulto, no veo una necesidad genuina de procrear, pero me asusta que llegue de forma natural, como llego la forma de mantener un empleo estable. 


Cinismo al querer escapar de la vida, morir a los cincuenta no estaría mal... pero no lo decido, y si lo decido es una perdida de tiempo y de energía. Le tome el gusto a la cerveza en los últimos meses, hace unos días tome  solo por tomar y no pare, tuve que levantarme a vomitar en la madrugada, creo que la dejaré por unos meses y regresaré al habitual vino barato.




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